Fe de raaaaaaaaatas

Ya se me quitó lo buena gente... ahora no dije todas las groserías que se me ocurrieron cuando el taxista se puso agresivo de la nada y empezó a decirme cosas horribles. En este momento soy mucho mejor persona por afuera que por adentro.

El submundo de lo no-dicho

Advertencia: No se asuste con lo primero; siga leyendo.

A veces siento que si la gente supiera todo lo que no digo, muchos de los que no me quieren, empezarían a hacerlo. En mi silencio hay mucho amor calladito, muchas buenas intenciones escondidas, y muchas ilusiones a la expectativa. En medio de un mundo donde hacer algo bien siempre se interpreta como si hubiera una doble intención, es mejor ocultar la bondad.

Además, callarlo siempre proporciona una soberbia satisfacción heroica. Por lo menos, al reconocer mi sabroso orgullo de ser una buena persona que no explica el noble trasfondo de sus acciones (eso sí, reconozco que el deseo inicial es limpio y espontáneo... la soberbia viene después), estoy haciendo lo correcto.

Mis hogares

1. La esquina de mi cuarto en casa de mis padres, desde donde se podía ver el cielo detrás de un gran árbol
2. Los brazos de cierto chico que solía hospedarme en sus abrazos
3. La banquita frente al mar en Bishops Landing
4. La carpeta de mis escritos en mi disco duro externo
5. Mi tina en el departamento
6. La terraza del jardín en casa de mis papás
7. El estacionamiento de mi universidad
8. El salón de baile en el centro cultural de mi universidad
9. Los árboles de Providencia
10. Second Cup en Côtes-des-Neiges
11. Las escaleras en Brébeuf
12. El parque del Retiro
13. Con Tato en el teléfono
14. La camioneta azul de Fer
16. Con mis amigas en el buzz café
17. La sala de videos de la casa de Luis
18. La pista de correr del club
19. El Ristretto con Karen
20. Mi libreta de dibujo para crayones

Tiempo y dinero

Proponía cambiar el dinero por algún medio de intercambio más justo porque no me parecía que la naturaleza pudiera estar de acuerdo con que una misma cosa pudiera comprar una casa, un viaje, droga o una silla de ruedas. Esta semana me di cuenta que el tiempo hace la misma cosa: intercambia momentos que no tendrían por qué ocupar una cantidad equivalente de segundos. No entiendo.

Decisiones

Sentada en aquel café me preguntaba qué hacía ahí, con pantalones negros y un libro de Métodos Cuantitativos para las decisiones en el entorno de negocios. Con un café con leche me cuestionaba por qué no estaba bebiendo agua, simplemente. Me daba cuenta que la gente prefiere Starbucks porque estamos acostumbrados a preferir los condimentos, la crema batida, una mezcla de sabores que hacen que el café ya no sepa a café... que la vida ya no sea sólo vida. La esencia ya no huele... los perfumes huelen a mousse, crema, desodorante, jabón y loción. No estoy segura si es evasión, o es la necesidad de que todo sea más fuerte para que alcance a sentirse en medio del torbellino. Así se siente... como un torbellino.