Caminar más

... y al seguir caminando, a veces una tiene la suerte de que la detenga un chico para decirle que la encuentra bonita, el día preciso en que una se siente no muy bella que digamos.

Caminar

Uno camina. Uno observa. Uno comparte. Uno causa reacciones. Uno reacciona. Uno ve que los patrones saludan a los vagabundos, y ve a los vagabundos cargando sus colchones para dormir en una construcción soberbia. Uno saluda. Uno pasa y reconoce caras conocidas, cuando las probabilidades de que eso suceda son mínimas. Uno se mueve. Uno escucha sus zapatos marcándole el ritmo del pensamiento. Uno ve flores y quiere comprar. Uno sigue, no se detiene. Uno cruza las calles y agradece cuando le dan el paso. Los conductores no están acostumbrados y lo ven raro a uno. Uno regala chocolates a los saxofonistas que tocan bien. Ellos dicen gracias. Uno dice me gustó tu música. Uno sigue caminando. Uno encuentra una cafetería. Uno entra y lee. Uno toma café y muere de antojo por un pastel de chocolate. Uno no lo compra. Uno ve parejas conversando. Uno se conmueve. Todos buscamos amor. Ellos platican, pero no son novios. Hablan de su soledad, de cuando tenían una pareja. Uno se enternece completamente. Uno quiere tener también alguien para conversar así, en ese momento. Uno compra muffins y los regala. No alcanzan a verlo a uno porque sale corriendo. Uno ve al hermano de una persona que conoció y que saluda cada dos semanas. Uno recuerda. Uno sigue caminando. Uno ve que le miran los zapatos; más vale que sean bonitos. Uno escucha los piropos diez metros por detrás. Uno a veces voltea, pero nadie espera que voltee. No hay nadie entonces. Uno se detiene a ver la Luna. Luce divina. Quiere gritarles a los demás para que la vean. Uno se percata que algunos han volteado y no han hecho mayor apreciación. Uno sigue caminando. Uno encuentra al vecino y saluda. El vecino no espera el saludo. Se va. Uno insiste y saluda a otro vecino. El vecino saluda alegremente. Uno pregunta cómo estás. Bien y tú. Bien. Uno sigue. Uno lleva galletas para sus conserjes. Uno es "amoroso". Uno se extraña, si no conoce el término. Uno quiere correr, pero camina. Uno quiere abrazar, pero saluda de mano. Uno muere por vivir, pero se la pasa sobreviviendo. El mundo no está acostumbrado a la intensidad, pero sí a los zapatos bonitos.

Pago injustificado

¿Por qué hay que pagar para tener derecho a comer? Sería como pagar por tener derecho a vivir. ¿Por qué se paga por estudiar? Sería como pagar por madurar. ¿Por qué se estudia para poder tener un buen trabajo y ganar dinero para pagar los estudios de los hijos? Uno paga para poder seguir pagando. ¿Por qué se paga por entrar a un museo? Pero no paga por una conversación inteligente en un parquecito. ¿Por qué los artistas necesitan dinero para exponer sus obras, y entonces tienen que cobrar? Qué trámite más engorroso... ¿A quién le corresponde tomarse el tiempo de pensar lo ilógico que es esto para empezar a proponer ideas más coherentes?

Plusvalía

Una idea en mi cabeza vale menos que una idea en mi blog, porque probablemente un planteamiento mío pueda desatar nuevas ocurrencias en las mentes brillantes de mis lectores. Compartir enriquece no sólo a los directamente involucrados. Todo lo que uno obtiene de pasar tiempo con más gente, termina influyendo en terceros implicados y cuartos, y quintos.

Me encanta pensar que alguna gran idea en el futuro podría haber nacido a partir de alguna reflexión mía, o que alguna etapa feliz de una persona, podría de alguna manera haber estado condicionada a alguna acción mía. En cierto modo me hace sentir importante (¡oh!) y me da motivos para contagiarme con lo que otros tienen para compartir conmigo.

Belleza

A veces la belleza es tanta, que los sentidos quedan colmados y el cuerpo necesita un poquito de tristeza para compensar- sólo un poco... como un suspiro profundo y nada más (como un abrazo suave de nostalgia, por ejemplo). Si hay algo de lo que el ser humano no se canse, es de la belleza (irónicamente, se inclina más por la practicidad, que es mucho menos fascinante). Puede que se acostumbre, pero jamás se fastidia (desmiéntame, lector, si está en desacuerdo).

Si contara las cosas bellas que recibo cada día, terminaría asegurando que soy la mujer más feliz del mundo porque generalmente espero menos belleza de la que encuentro en el ambiente (no exagero). Lo diría sin considerar que el resto del mundo está expuesto a la misma dosis de belleza (¡qué subjetiva estoy hoy!).

Una de las cosas más hermosas de la belleza, es su capacidad de sorprender... (imaginar la frase con reverberación)

Relajo

Sin saber por qué, de pronto tuve muchas ganas de llorar. Lo pensé y llegué a una conclusión, que luego rebatí en mi cabeza. Pensé en otra alternativa. Quería entender, hasta cierto punto. Hasta cierto otro, lo único que quería, era descansar. Quizá por eso tenía ganas de llorar... por cansancio.
Preguntarme tantas cosas a veces me hace sentir responsable de ofrecer al menos un par de alternativas de respuesta. Sin embargo, soy una simple mortal, que tiene curiosidad y disfruta descubriendo las posibilidades. Pero, claro, gran parte de las veces, no tengo una respuesta.
Claramente lo que quiero en este momento no es tanto entender, sino que las preguntas pierdan importancia. Paso demasiado tiempo desmenuzando. Tengo demasiadas ganas de que llegue el momento de volver a construir. No me da miedo estancarme; es algo que ni siquiera creo que pueda sucederme por la programación inquieta en mis genes. No estoy preocupada... sólo me siento sola.

Evasión

Me pregunto si la infidelidad es un recurso para la gente que por timidez o inseguridad no puede enfrentar el término de una relación o el inicio de otra. Me pregunto también si tiene algo qué ver con la incapacidad para decidir algo terminante, en un mundo donde la ambigüedad es cada vez mejor aceptada.
Me pregunto si cada vez se contestan menos cartas y llamadas como resultado de mayores facilidades para aislarse (la web, el identificador de llamadas, etc.). Me pregunto también si tiene algo qué ver con el miedo de tomar decisiones que puedan tener consecuencias más grandes de lo que uno mismo se siente capaz de controlar.
Me pregunto si la gente que siempre está en alguna relación está consciente de por qué no se da tiempo para estar sola. Me pregunto si tiene algo qué ver con la creciente complejidad anidada en cada mente, que sale a relucir cuando uno se queda reflexionando solo.
Me pregunto cuánta gente hace lo que no quiere, está con quien no desea y tiene una vida que no anhela. Me pregunto si la indecisión tiene qué ver con falta de información o sólo con evasión.
Me pregunto si la falta de participación ciudadana puede diagnosticarse como renuncia o como renuencia. Me pregunto si la negligencia tiene algo qué ver con la desesperanza o con la disolución de la responsabilidad.
Me pregunto qué sería del mundo si la gente se sentara a escuchar hasta el último punto de lo que las personas a su alrededor quieren expresar. Me pregunto si al enriquecerse las conversaciones, seguirían existiendo los blogs.

Mundo repartido

Mientras más humanos habitamos el mundo, la parte que corresponde a cada uno, es menor. El ritmo está tan acelerado, que cada vez menos gente se atreve a decir "alto, estoy confundido... denme tiempo para decidir", y entonces vota por quién intuya que es mejor. Tampoco en las relaciones se dice "espera, quiero que sepas más sobre mí antes de involucrarnos". Ni en el trabajo se pide tiempo para hallar la manera de hacer las cosas que sea más amigable para el ambiente.
Es tanta la prisa, que no queda tiempo para reflexionar, para planificar, para evaluarse uno mismo, ni para definir lo que se quiere y entonces ir tras ello. Hay un desfile de posibilidades frente a nosotros, todos los días. Por eso, la gente ya no sale a buscar lo que quiere; sólo elige alguna de entre las opciones que le pasan por enfrente. Esto llega a confundir a la gente que no sabe por qué está en el trabajo que está, o con la persona con quien está, o en la ciudad donde vive. En el mundo hay cada vez más preguntas, y menos tiempo para pensar antes de responder.

Paz

¿Hay más paz en la lucha o en la conformidad? ¿Por qué a veces hacer lo correcto quita la paz? ¿Es que no es lo correcto, o es que uno se siente pequeño para enfrentarse a un viento fuerte en contra? ¿Por qué la paz es tan imponente? ¿Por qué para unirse a la humanidad en paz, uno tiene que estar solo?
¿Por qué la paz no es tranquilidad? ¿Por qué a veces el cansancio da más paz que el esparcimiento? ¿La paz se siente en la conciencia, en el cerebro, o en las emociones? ¿La paz es el motor o el resultado? ¿Por qué el tema de la paz causa tanto alboroto (¿no es paradójico?)?

Extrañar

Es haber asimilado la belleza del pasado, y querer volver a deslumbrarse con su oscuridad profunda, íntima y silenciosa. Extrañar es enajenarse del presente, volverse extraño de lo que ya no es como era antes.
Extraño, pues, que me abracen para protegerme y no para poseerme. Extraño las caricias que escriben sobre la piel, en lugar de borrar su poesía. Extraño la belleza de una mirada inocente, de una broma sencilla, de una idea espontánea y de un baile desconfigurado. Extraño tener una casa construida sobre el pecho de un varón, para hospedar las risas, el silencio, los teamos y las lágrimas.
Extraño... sí, muy extraño... tanto, que no me cabe duda que me hace falta. Extraño parecer bella, resultar interesante y sonar dulce. Extraño provocar ternura y desatar euforia. Extraño mis letras en unos ojos de mirada penetrante y mis manos en unas manos cálidas.
¿Qué hay de malo con extrañar lo bello y desear profundamente lo conmovedor? ¿Qué si extraño más de lo que conozco? ¿Qué pasa si no me conformo con algo menos que el amor?

Gratitud

¿En cuánto disminuirían el crimen y la violencia si se duplicara la gratitud de la gente? La gratitud fortalece la voluntad, aumenta la tolerancia y favorece la generosidad. ¿Qué pasaría con la juventud si se la sensibilizara para ser más agradecida en lugar de sólo educarla en la inconformidad? ¿Serían más auténticas las revoluciones ideológicas, políticas y sociales en una sociedad más agradecida? ¿Cuándo se reducirían el escándalo y el barullo si las quejas fueran marginales, producto de una mayor gratitud? Sería como enfocarse en incrementar el capital y reducir los pasivos al mínimo... una manera bastante segura de reaccionar frente a la crisis.

El miedo al amor

Amo el arte, amo las letras, amo los número... tanto... que me da miedo inscribirme en un curso que me haga dejar de amarlos. Amo las posibilidades... tanto, que me preocupa que las metodologías en lugar de propiciarlas, las ahorquen. Amo la filosofía... tanto, que me molesta que haya que filosofar con palabras... y eso que amo las palabras.
Amo la vida... tanto... que me da miedo que algún día, cuando me toque morir, me dé miedo hacerlo.

Cita textual

"Es complicado comunicarse con palabras, ¿no?
Son como muebles.
En un living uno puede estar parado, sentado en el sofá o en la alfombra,
pero no hay muebles para estar hincado, o colgado de cabeza."

Me cito... ¡qué soberbia!

La tijera

La tijera, el pelambre, la viboriza, el chisme... hacer de un evento natural, todo un acontecimiento. El escándalo. La inconciencia sobre lo frágil que es la tendencia humana a la perfección. La necesidad de hablar de alguien más. La timidez. El miedo a los instintos. La competencia. La indiferencia a la humanidad como una entidad indivisible. La premura por elaborar una tesis. La contradicción entre la envidia y la desaprobación. Todo eso es catalizador, supongo, de los chismes y las críticas destructivas.
Disfruto inmensamente conocer gente que me permite equivocarme, regarla, intentar, no intentar, pensar poco o mucho, ser formal y perder la compostura, ser tierna y ser sexy, brindar con agua y con changüarnís. Hoy brindo con aire por todas las personas que disfrutan las posibilidades... por quienes al acercarse a un barranco no se escandalizan por el impulso suicida de lanzarse al vacío, por las que no condicionan la felicidad a la perfección ni la sabiduría a la vejez, por las que no tienen miedo de tener miedo de vez en cuando, y por las que son capaces de abrazar los errores ajenos y sanar sus heridas con amor. Brindo por quienes tienen tantas buenas ideas, que no tienen tiempo de pensar mal de los demás. Brindo también por la gente que critica severamente, y después se siente mal por ello. ¡Salud!