Prerrequisitos

Toma una ilusión desilusionarse.
Se necesita amar para que se rompa el corazón.
Hacen falta 100 ovejas para que, al perderse una, un pastor se desquicie.
Hace falta un último beso para recordarlo eternamente.
Sólo hay que escuchar el silencio para darse cuenta de que todo ha sido dicho, pero queda mucho por repetir.
Hace falta un amor en la vida para creer que uno merece ser amado.
Toma alrededor de doce meses llorar después de un bloqueo emocional.
Una sola muestra de cariño es capaz de transformar la soledad en intimidad.
Hay que tener trece amigos cercanos para empezar a necesitar una pareja.
Una tentación basta para desplomar el espíritu o glorificar la voluntad.
Se requiere un secreto para empezar a ser una persona interesante.
Hacen falta dos copas para llegar a la tercera, y tres para reprobar el examen del alcoholímetro.
Bastan 10 abrazos no dados para entristecer a una persona hasta las lágrimas.
Con tan sólo un buen pretexto, podría desencadenarse una buena aventura.
Una sola mirada podría reparar el daño o destruir el resto.
Dos cucharaditas de azúcar pueden echar a perder una taza de café.
Se necesita valor para desplomarse por la frustración.
Dos minutos de risa compartida crean un vínculo irremplazable.

Lo que alguien como yo piensa a la media noche

Todos los comienzos son medios, los intermedios tienen un fin, y los finales comienzan.
Todas las dudas buscan la verdad, y de la verdad, se duda.
Todas las necesidades buscan satisfacción, y es a veces la necesidad de otros la que nos satisface. Se extraña lo que se conoce, y lo extraño nos es desconocido.
A veces, odiamos amar... pero nunca amamos odiar.
Los abrazos más dulces no son los que nos dan posesión, sino lo que nos hacen ser poseídos.
Tengo tanto amor qué ofrecer, que mi cabello es rizado: se abraza a sí mismo.
Si cierro los ojos, no es para huir del mundo, es para entregármele a ciegas.
Los aplausos son un tipo de violencia ocasionada por la gratitud.
Se suspira cuando no es suficiente con respirar.
Borrador guardado automáticamente a las 0:42... se me ha bendecido con la felicidad de amar un número, un árbol, y docenas de personas.
Yo no escribo para no olvidar, como Isabel Allende; yo escribo para no tener que acordarme de todo.
¿La gen-ialidad es gen-ética? ¿La gen-ética es ética? ¿La ética, genial?
Porque pienso, existo... porque siento, vivo.
¿Qué es la pobreza? ¿La falta de qué?
La abundancia reside en la falta de austeridad... y en ella suele estar la sencillez.
El dolor amargo puede endulzar a la gente.
Los sueños son tan propios que deberían llamarse mieños.

Sin carro/auto/mueble/coche

Eliminemos los carros. Ya no hacen falta estacionamientos: tenemos más espacio. Nos ahorramos petróleo. Contaminamos menos. Caminamos más, combatimos la obesidad. Encontramos más gente en las calles: socializamos más. Naturalmente, también se terminarían los robos de auto. Los narcos escaparían con más dificultad. No habría accidentes automovilísticos ni seguros para cubrir ese riesgo. No habría viene-vienes ni lavacoches. ¿Menos fuentes de empleo? Pero como nos tardaríamos más en hacer las cosas, se requerirían más personas en las empresas: más empleo o menor producción. Si disminuye la producción, se explotan menos recursos y se utiliza menos energía. Se gastaría menos en infraestructura pública. Habría más animales de carga: más suciedad y mayor consumo de comida para alimentar a las bestias. Se necesitaría gente para limpiar las calles más seguido: más empleo. No habría talleres de reparación para autos: menos empleo. Harían falta más policías para vigilar las calles: más empleo. Nos expondríamos a más luz solar: más vitamina D, menos osteoporosis, más cáncer de piel- o mayor consumo de bloqueador solar, sombreros, gorras y sombrillas. Habría servicio de renta de carritos de super para transporte del mandado. No habría conductores designados: ¿se incrementaría la ebriedad? Se utilizarían más las bicicletas y motocicletas: habría más atropellos por esta causa. Eliminemos las motocicletas, mejor... son demasiado rápidas. No habría autolavados. La gente quedaría de verse en el sitio de reunión en lugar de que uno pasara a las casas de todos a recogerlos. Habría mayor iluminación pública: más consumo de energía y calentamiento de las urbes. Las pizzas tardarían más de 30 minutos en llegar a las casas: ¡serían gratis!... o eliminarían la promoción. Habría más mordeduras de perros, más veterinarios y más servicios médicos. Habría más pozos de agua y tierras cultivadas.

¿Qué sería diferente de como era antes de empezar a haber autos?

Sapiencia adoptada

Si no es que la incredulidad es lo mismo que el escepticismo, en todo caso son parientes cercanos, y funcionarios en la posmodernidad (palabrita dominguera que anuncia que lo moderno ha pasado de moda). La vida está cada vez más invadida por información en forma de datos procesados por unos que piensan de un modo y otros que los contradicen o los complementan. ¿A quién creerle? Cada uno puede decidir, en una democracia ideológica que no demanda consenso. También en el modo de pensar, los pueblos eligen a sus representantes: The Beatles, Oprah, Eminem, Santiago Jaimez, Angelina Jolie, el niño predicador, Jaime Maussan... La democracia representativa parece un recurso ante la impotencia de hacer algo por mano propia (ni siquiera está bien visto hacer justicia por mano propia- si en realidad lo que se hiciera fuera j-u-s-t-i-c-i-a, no habría problema, ¿o sí?).

Llega un e-mail a la bandeja de entrada, anunciando que el mundo se acabará cuando se vea una cruz roja en el cielo, y después se recibe otro diciendo que la crisis financiera durará 18 meses. Posteriormente, aparecen otros tres hipervínculos con el mismo formato, conduciendo a artículos y promocionales sobre la pobreza extrema en el mundo, un concierto de Los Padrinos en el Bar Clandestino, y una solicitud de ayuda para un evento de caridad. Si se lee todo esto al mismo tiempo, la idea que queda es que el mundo se acabará en 18 meses y por eso mejor hay que ahogar las penas en un bar, gastando el poco dinero que ha quedado en el mundo después de la caridad. Todo parece igual de creíble, excepto por un par de faltas de ortografía que hacen pensar que la pobreza extrema es una hipérbole cruelmente utilizada. En todo caso es mejor dar a todos el beneficio de la duda sin dedicarle demasiada atención a ninguno. Se incrementan las dudas, y la sabiduría sigue igual (la proporción se inclina hacia la confusión).

Estamos llenando el mundo de tantas cosas, que empezamos a no caber, a no saber, a no tener, a no poder... y lo peor: a no querer. No somos autosuficientes, ni en satisfacción de necesidades básicas, ni en información, ni en ideología, ni en filosofía de vida. Nos faltan empleos, y nos sobra producción, pero nos falta crecimiento económico, al mismo tiempo que se nos agotan recursos. Crecen las demandas al mismo tiempo que se incrementan los desperdicios. No hay tiempo de pensar en medio de la angustia del desempleo, y es mejor vender productos de belleza que sentarse a meditar sobre una estrategia sostenible de vida: hasta ahora, la inteligencia no ha sido garantía de prosperidad. Es mejor que alguien piense por nosotros, decida por nosotros, produzca por nosotros, compre y venda por nosotros... ya nosotros podremos comer por cuenta propia- ¿por qué la obesidad? El secreto es no tener tiempo para reflexionar y contar con dinero suficiente por si es necesario comprar una nueva filosofía de vida.

Novedad

Me gusta cómo se siente conocer a alguien nuevo, ver su expresión cuando le cuento algo por primera vez, y sorprenderlo con cosas que para mí ya están muy gastadas. No me gusta todo el proceso de tantear terreno, pero definitivamente me resulta interesante ser una desconocida y empezar a entintar el papel de una nueva relación social donde todo podría suceder.

La complicación del conocimiento

La actualidad nos ha permitido tener conocimientos más profundos sobre cada tema, y por eso cada vez es más cierto que el que mucho abarca, poco aprieta. Si bien la especialización ayuda a resolver el problema del apretón, nos queda sin resolver el de lo abarcado.

Así como el francés contemporáneo es producto de complicaciones voluntarias para distinguir a la gente chic que lo hablaba bien de los plebeyos que no dominaban bien las reglas, igualmente Hacienda distingue a los fiscalistas que libro en mano le saben los recovecos a las leyes, de los contribuyentes que no saben ni por dónde. Hay especialistas para todo... acuda a ellos. Pero si uno quiere hacer sus propias declaraciones, entonces hay que ver cómo hacerle porque ni siquiera quienes están ahí para asesorar al público saben cómo desenmarañar tan terrible revoltijo. ¡No se diga para aprender el francés de gran alcurnia!

Si uno quiere invertir, en la institución financiera le dirán cuánto ha ganado determinado fondo en el pasado, y si está asegurado su capital... para mayor información, a ver cómo le hace. En tránsito, es el mismo cuento. Cada vez hay más información. Señoras y señores, bienvenidos a la era del conocimiento, en donde la información es más, y por lo tanto la buena se vuelve más cara. Pase usted, marchante, observe cómo no tiene ni idea de lo que sucede con su auto mientras el mecánico le mueve aquí y allá. Adelante, mire cómo sus hijos participan en un sistema educativo de vanguardia, donde uno nunca sabe qué resultados vaya a tener el método que recién aprobaron las Cámaras. Note que para enterarse que la depilación con láser puede causar cáncer, hay que investigar un poquitín. Dese cuenta de cuánto le está costando ese crédito... sí, el CAT no es propiamente un gato.

¿Por quién votar? ¿Qué universidad elegir? ¿Dónde invertir? ¿Qué película ver? ¿Dónde comprar? Pobre ciudadanía confundida. Pobres masas donde unos saben una cosa y otros saben otra... y para gastar menos uno tiene que gastar en pagarle a quien tiene esa información.

¡A ver! ¡Alto ahí! ¿De qué demonios está usted hablando? Quiero que me explique, punto por punto, esta política que desea que apoye con mi firma. ¿Que es muy complicado? Pues ya de por sí es bastante agotador tener que huirle a tanta complejidad.

La costumbre

No me gusta ver cómo a todo se acostumbra la gente. En Montréal, un suicidio más es ya más un fastidio para la gente que debe esperar a que limpien los restos de las vías del metro, que un motivo de profundo pesar. En México, una marcha en el zócalo se vuelve parte del espectáculo cotidiano de la ciudad. En Madrid, ya no hay qué hacer por la exagerada subida de precios de bienes raíces... la gente ya se acostumbró. Como las drogas, se sienten la primera vez... las demás surten cada vez menos efecto.

Tampoco me gustaría que las personas sufrieran hasta la depresión cada vez que alguien se suicidara, porque la vida sería tan pesada que más valdría que todos nos lanzáramos al metro y no quedara nadie para hacer del chofer que nos destriparía. Vaya, la costumbre... caramba, es evolución, pero también es resignación. Hay que aguantar cada vez más cosas en esta vida. Uno tiene una experiencia muy dura, y debe cargar con ella hasta que deje de doler, porque seguramente vendrán peores. Uno se enamora perdidamente, y eventualmente se acostumbra a las maravillas de su estado, y la magia empieza a volver a la normalidad. Para sorprender hay que violentar, porque un cielo bonito no emociona a mucha gente, y la belleza se pasa por alto con facilidad.

Qué va, si la Psicología debe saber bien que todo nos impacta. Pues será en el inconsciente, porque el consciente es cada vez menos consciente de su propia conciencia. Nunca duele tanto, nunca satisface demasiado, el límite llega antes de que lo sintamos venir... y entonces, la gente muere de cansancio, de sobredosis, de tristeza, o no sé si peor aún, vive acostumbrada por el resto de sus días.

Las expectativas

La teoría de las expectativas en Economía está tan relacionada con la fe religiosa, como la ley de la atracción está vinculada con esta crisis bursátil y financiera que está agobiando a la gente que confía en el dinero. La esperanza es la conciencia del poder de la fe, pero es mucho más débil que ésta porque solamente representa una posibilidad de ocurrencia. En cambio, la fe mueve montañas porque es la certidumbre de algo que a lo mejor ni siquiera iba a suceder, pero que termina pasando porque alguien le indicó al universo que así había de suceder. No sé si el destino permita cambios de planes, si los cambios son precisamente parte del destino o cómo funcione todo este asunto.
Se cayó la bolsa, se desplomaron los precios, hay pérdidas millonarias... ¿y de quién es la culpa? De la gente que dudó, que tuvo miedo, que creyó que iba a perder y decidió alargar su posición. Hace poco leí en un artículo que la sola posibilidad de terminar una relación, hace que termine. Igualmente, la sola chance de que la bolsa pueda desparramarse, hace que la gente la orille a ello. Con esa misma certeza con que se elige a alguien en un bar, y se lo invita con la mirada a acercarse, sabiendo que lo hará, puede apostarse que uno pasará un examen para obtener una beca en Chile, o jugarse mil pesos a que un BMW no alcanza a pasar con la preventiva. La cosa es creer, y estar seguro. Lo malo es que si estamos tan conectados al resto de la humanidad, no basta con que uno crea. ¿Será por eso que se habla tanto de predicar por todo el mundo? Independientemente de la religión, si uno sale a predicar algo... digamos incluso, salud financiera, es probable que se muevan las montañas- o que al menos, se detenga la crisis.
¿La solidaridad es filantropía o es la conciencia de la necesidad del ser humano de estar unido a los demás para provocar un efecto más dramático? ¿Por qué si da miedo que la bolsa se desplome, no nos aterra todo lo que se desploma a diario por falta de fe y debilidad de expectativas? Puede ser que cuando el dinero sea completamente intangible y se mueva electrónicamente, nos importe menos... Terminaría siendo casi como un sentimiento, y podría esconderse y tal vez ignorarse como tal.

El juego de la vida real

Estábamos mi amigo y yo en la sala, platicando como todos los días -platicábamos a diario, y la conversación en lugar de terminarse, crecía cada vez más. La pequeña de una muchacha empleada de mis padres jugaba en el pasillo a brincar de un mosaico a otro, luciéndose ante el chico que tanto le gustaba -la chiquilla siempre hablaba de lo guapo que le parecía mi amigo. Él volteó y le preguntó a qué estaba jugando. Con una expresión de sabiduría, la pequeña se detuvo y, muy segura, contestó: "A la vida real".

De pequeña, creía que el mundo de los adultos iba a ser más serio, más real. Es un juego. Creo que hay muchas cosas que de pequeña me tomaba más en serio. Conforme uno crece, aprende que la mayor parte de las veces, los negocios son una actuación, las relaciones una guerra, y el hambre, una piedra en el zapato. Los problemas son cada vez más serios, y por eso mismo, lo gente lo es cada vez menos. No sabemos cómo reaccionar ante la vida, que es la misma que cuando éramos niños... pero de pequeños creíamos que al crecer aprenderíamos cómo resolverlo todo. No es cierto, lo que aprendemos es a renunciar, a olvidar, a dejar pasar. También por eso existe el arte, para que no nos aflojemos de tanto sacrificar, de tanta resignación. Por eso hay gente que no bebe para olvidar, que no trabaja para dejar de extrañar, que no le huye a pensar que todos moriremos, eventualmente. Por eso hay niños que hablan de "cuando sean grandes", para recordarles a sus padres qué es lo que se espera de ellos.

La ilusión no está atada a la ingenuidad, el deseo no siempre es irracional, la pasión no siempre es viciosa, y la intensidad... la intensidad es la razón principal por la que a tanta gente le gusta ver películas, porque en ellas, la vida no pasa sin que nada suceda. Ayer, en uno de los días más adultos de mi vida, la pasé jugando... y gané.

Créditos vitalicios

Me pregunto cómo se les asignan los créditos (puntos, calificaciones, valores) a los momentos que componen nuestra vida. A veces pienso que es de acuerdo con su trascendencia. Otras veces me convenzo que es por su peso en nuestra memoria. No sé si vale más ver cómo se le ilumina la expresión a un muchacho cuando le sonrío a dos mesas de distancia en un bar, o la emoción que le da a un niño cuando una chica le regala unas galletas. Me cuesta trabajo distinguir si aprecio más las lágrimas de un amigo emocionado por una coincidencia, o la sequía en los ojos de otro amigo que me agradece llorar de su parte por la pérdida que acaba de sufrir.

¿Vale más un mensajito de buenos días al celular enviado por un marinero al que conocí hace un par de meses o una invitación a participar como escritora de un monólogo para teatro? ¿Qué resta más puntos: una escupida a la cara o un apodo a escondidas? ¿Cómo sé el saldo de cada persona en mi vida: por cuánto la recuerdo, por cuánto cambió mi manera de pensar o de sentir, por ser la primera en algo, por ser la última, por el tamaño de la sonrisa que me provoca, por las lágrimas que saqué por ese ser, por lo mucho que fui capaz de hacer por su bien, por lo mucho que fui capaz de hacer por nuestro bien, por lo bien que la pasé con él/ella, por cuánto tiempo pasamos juntos/as, por el número de textos que me inspiró, por la soledad que dejó cuando se fue o por el espacio que se hizo al llegar, por cuánto me quiso/quiere o por cuánto lo/la quise/quiero?

Hace un par de días me dieron ganas de preguntarles a todas las personas que conozco o me conocen, cuál ha sido la cosa más importante que han aprendido de mí. Yo comencé a hacer una lista de lo más importante que me han dejado mis seres queridos, o los no tan queridos que igualmente me han enseñado algo. La lista es larguísima, gracias a Dios... y gracias a ellos/ustedes.

Mujer de vitrina

Los héroes solamente se dan a conocer en medio de la adversidad. No hay ningún acto heroico cuando hay paz, salud mental, solidaridad generalizada, justicia... Yo siento que tengo madera de heroína (de la buena, no de la adictiva... aunque puede que para alguien yo llegue a ser adictiva, alguna vez), pero no he tenido la ocasión de echar esa madera a la fogata. No es que desee la tragedia -soy demasiado cuerda para eso, todavía-; es más bien que me gustaría saber qué tanto puedo llegar a hacer. O tal vez ya lo sé pero me gustaría que la persona con la que esté, lo sepa también. Me imagino que debe ser un tenmeacá, que cuando estoy con alguien (llámese galán de curso legal) que siento que me deja ir, pienso que, si estuviéramos en guerra, ni de chiste me habría dejado pasar, porque soy el tipo de mujer que lucha hasta que ya no puede más, y el tipo de compañera que no claudica y no deja de amar. Pero eso, en una vida tranquila y cómoda, no se nota. No se sabe cuánto puedo amar, porque no necesito hacerlo más que el promedio de la gente, por lo general -y cuando lo amerita y entonces lo intento, el receptor no sabe qué hacer con tal dosis. Tampoco se sabe lo ingeniosa que puedo ser, ni se conoce mi fuerte instinto maternal, o mi intensidad y mi pasión por la vida, cuando estoy sentada frente a un escritorio lleno de papeles. No se conoce la calidez de mis abrazos, o la sinceridad de mis lágrimas, cuando sólo se me ve cruzar un pasillo con uniforme de trabajo. Parezco sólo una parte de lo que soy... por lo general, la parte formal, mesurada y políticamente correcta. También eso soy. A veces me siento como una mujer de vitrina, en salas de jóvenes y viejos, en mansiones y en estantes de supermercado, pero marcando constantemente con mi vaho, la soledad de estar ahí adentro.

Sabiduría natural

Alguien que tiene sueño debería poder recargar los brazos sobre su escritorio, reclinar la cabeza, y dormir. Si por el contrario, una persona deseara despertarse para trabajar a las tres de la madrugada, debería poder hacerlo. En el sistema actual implantado por una masa humana poco consciente de su humanidad, la segunda opción sería mucho más aceptable que la primera. Es el hombre quien sirve al dinero, esperando que algún día, cuando acumule suficiente, el dinero comience a servirle a él.

El dinero no sólo es condicionante de estatus dentro de nuestra adorable sociedad, sino que también es una limitante que impide gastar poco -es que si alguien gana bien, no puede parecer tacaño porque perdería puntos en el inverosímil y extraoficial concurso de posiciones jerárquicas dentro de la comunidad. Es además un escudo protector contra las ofensas: si alguien ofende a un millonario, puede perder su empleo, sus cartas de recomendación y vaya usted a saber qué tantas otras cosas. ¡Qué lástima que tenga que ser el dinero y no la integridad la que propicie el respeto a un ser! Otro inconveniente terrible es la dificultad que tiene alguien acostumbrado a los lujos, de adaptarse a condiciones de vida más sencillas. Igualmente, la inseguridad de que sus amistades realmente aprecien a la persona y no al empapelado de oro que lo cubre.

Sin embargo, sin dinero no hay proyectos, no hay empresas, no hay filantropía, y tampoco hay solidaridad con quienes carecen de bienes básicos para tener posibilidades de decidir. En un mundo donde todo se compra con dinero, se atrofian las facultades humanas de decisión, reflexión, raciocinio, o negación. Sólo alguien con dinero tiene derecho a explotar sus más básicas cualidades humanas, porque sin dinero no hay escuelas, no hay arte, no hay viajes, no hay ni siquiera comida.

¡Por algo la naturaleza lo da todo gratis! La humanidad está naturalmente provista de todos los bienes que necesita, y de todas las facultades que requiere para aprovecharlos. Pero el hombre no da nada gratis, porque hay más hombres que tal vez terminarían por tratarlo como a la naturaleza: sobreexplotándolo, descuidándolo y haciendo mal uso de sus recursos. Es por eso que no se puede dormir a mitad del trabajo, o llegar a la oficina a la hora que lo dicte el cuerpo, o comer cuando el estómago lo pida. Contamos con un ejemplo de sabiduría natural y gratuita, pero seguimos creyéndonos los amos y señores del planeta.

Utilitarismo

La teoría no tiene tanto valor cuando no tiene una aplicación práctica. Es cierto, porque de nada sirve un progama que no puede implementarse para alcanzar los objetivos para los que fue creado. No sirve una declaración de independencia que no puede realizarse.
Sin embargo, creo que todavía nos falla un poco el enfoque. A lo mejor creemos que la práctica es absolutamente tangible para nosotros. Si así fuera, no existirían los rayos UV que no podemos ver, o los sobreagudos que no podemos escuchar. Pero existen, y trascienden, y provocan consecuencias. En el sentido práctico, tienen una razón de ser, incluso si no nos damos cuenta.
Tenemos la perspectiva algo cerrada, porque estamos acostumbrados a ver, y no a imaginar; los que imaginan viven de la ilusión, y los que ven son realistas y hacen dinero porque saben cómo funciona la parte visible del mundo. Pero la ilusión es la conciencia de una posibilidad. Me hace falta una palabra para denotar la parte de las ilusiones que puede ser realizable -de todas maneras, no sé lo suficiente para determinar que hay algo irrealizable. Muchas cosas que antes eran imposibles, se mudaron al plano de la realidad cuando alguien tuvo la ilusión de que pudieran suceder.
¿En serio no sirve decir una palabra linda al viento, al pensar en un amor que se halla a ochocientos kilómetros de uno? ¿Podría ser cierto que de nada sirviera tener una buena intención? ¿De verdad vale la pena trabajar por el dinero y estudiar por el diploma? Siento que hay muchísima información desatendida. Todos los días hay miles de señales de que esta vida está siendo desperdiciada... como mujer de negocios, lo afirmo: No sirve una vida que no da rendimiento, y el rendimiento es precisamente la prima de riesgo que hay que obtener por hacer de éste un mundo mejor. Porque este mundo es solamente una dimensión temporal, pero la energía que transformemos en amor no se destruirá, aunque cese nuestra vida. Si hubiera una sola cantidad de energía -que de verdad no se creara ni se destruyera-, entonces más vale que la mayor parte de ella sea positiva. Cada vez somos más, y la energía se reparte en porciones más pequeñas... pero así el mundo no nos queda grande, porque tenemos control sobre una pequeña parte. Además, todo cuenta... de verdad, la lógica y la intuición me dicen que todo lo hecho tiene sentido, que todo cuenta, y que no podemos lanzar energía que no tenga alguna consecuencia en el mundo. Más vale que sea positiva...

No hay días normales

Hace unas horas, en las calles de mi ciudad, hubo balaceras, persecusiones y miedo. Esta ola de violencia por aplacar más violencia está convirtiéndose en un factor de estrés, y francamente, también de angustia. En estos días me cuesta trabajo ver los días como si fueran normales (¿Cómo es un día normal?). El ambiente de mi país está alborotado, pero también el ambiente de mi generación está inundado de inquietud. En un "día normal", lo que sucede es que los jóvenes llegan temprano a su trabajo, y durante todo el día tratan de hacer su labor lo mejor posible, para aprender, para crecer y obtener posibilidades de conseguir un mejor puesto, y para contribuir positivamente a la economía nacional. Pero en ese día, también se preguntan qué rayos hacen donde están, y qué tanto vale la pena estar entre cuatro paredes cuando hay tanto por ver allá afuera, tanto qué hacer por el mundo, tanto amor qué repartir cada minuto, y tantas vidas que están a punto de terminar sin un último abrazo.
No quiero ser fatalista, casi siempre me rehúso a sentir que lo soy... y trato de no parecerlo. Pero es cierto que suspiro cuando pienso en todo lo que puedo hacer, todo lo que puedo dar, todo lo que hace falta que alguien haga, y cuántas ganas tengo de contribuir a que este mundo sea verdaderamente un lugar donde valga más la pena vivir que morir, y lo más importante, que así lo sienta la gente.
Que somos demasiados y no tenemos recursos suficientes para toda la población... eso es cierto. ¡Pero cada vida tiene tanto potencial! No sé qué va a pasar y cuándo se convertirá en estabilidad el velo de incertidumbre que cubre a mi generación. Pero sé que las cosas estarán bien, porque hay muchos buenos corazones para compensar la ira, el odio, la irresponsabilidad, la ceguera y el egoísmo que escurre desde las generaciones anteriores.
Éste es un reportaje interno, más que otra cosa. Necesitaba escribir porque mi alacena comenzaba a lucir repleta de sentimientos.

Política ortodoxa universal

¡Qué título más poético, lector (llámese así a la persona que lea, independientemente del género- que nadie se ofenda)! ¿A poco no se lee bonito? Rebuscado y emperifollado, listo para una sesión fotográfica, haciendo sonrisas que luzcan hermosas en el periódico. Así se usa ornamentar para reclamar respeto: uno respeta lo que no entiende. ¿Por eso me respetan tanto?
Quiero salir a pegar hojitas con mis comentarios por toda la ciudad: "me gusta este árbol", "qué bonita sonrisa tienes", "¿para qué sirve este tope?", "bache número 24399 de la ciudad". No lo hago para no generar basura, pero estoy segura que si lo hiciera, las reacciones de la gente serían contrastadas. Muchos buscamos originalidad, perseguimos la autenticidad con el olfato, porque hacen falta la honestidad y la simplicidad. El mundo está lleno de belleza, sólo hace falta darse cuenta. Me encanta observar a la gente, interactuar, escuchar, compartir, leer, escribir, aplaudir, abrazar, percibir, notar... Para eso está la vida, para ser vida y ser vivida... ¿y vívida? La vida me da letras -y las letras me dan vida.
Política ortodoxa universal: política, del pueblo, usanza común; ortodoxa: la misma concepción, postura, idea, costumbre; universal: un diario, una productora de filmes, y un verso único. Pueblo del mundo acostumbrado a la misma cosa.
¿Le hablo o mejor no para que me extrañe y entonces me hable ella? No se debe aplaudir sino hasta que se termine la obertura. Pero no lo conoces, ¿por qué lo saludas? No subir los codos a la mesa. Vestir de amarillo denota confianza en la propia belleza. ¡Pura barbaridad, lector! Pero así se usa, bendita cultura.
¿Qué tal si se me ocurre un día escribirle a un ex para quedar en paz porque qué flojera andarse con cosas (ya lo hice)? ¿Qué tal si le hablo a una compañera de la primaria de la cual todavía recuerdo el teléfono (no cabe duda que mi memoria es incomprensiblemente selectiva)? ¿Qué tal si me lanzo mañana a llevarles serenata a mis padrinos (sí, sí... me proyecté y qué)? ¿Si le regalo un letrero más bonito a la biblioteca para que quiten el que no tiene tildes? ¿Si en mi trabajo decido que no voy a interponer el escritorio entre la gente y yo para no hacer uso de las bien conocidas técnicas de negociación que infunden tanta desconfianza en la humanización del bisnes? ¿Si soy al mismo tiempo actriz y mujer de negocios, cantante y organizadora de eventos, escritora y deportista? ¡Que noooo! ¡Que así no se usa! ¿Qué no estás ya bastante grandecita para darte cuenta que así no es como hay que hacer las cosas?
Hay maneras de hacer las cosas. Respeto las reglas. Hay costumbres. Aprecio las tradiciones. Hay aburrición. Eso sí no lo comparto... la aburrición es simplemente falta de creatividad y poca conciencia de lo efímera que es la vida. Sí, también a mí me pasa... pero no me dura mucho tiempo -la vida tampoco me durará tanto como para dejarla irse como si nada.

El silencio

El silencio es la música que sólo Dios puede hacer, cuando todos los demás nos quedamos callados. A veces creo que es necesario perderlo todo para empezar a notar que se tiene algo. Hay demasiados condimentos... demasiados. Parece que el mundo comienza a causar indigestión. Se hace el bien, mirando a quién. Se hace el amor, y se deshace antes de que empiecen a crearse expectativas. Se da un abrazo, y se suelta a la persona para darle inmediatamente un beso. En un concierto de la sinfónica, la gente chifla pidiendo al orador que se calle... no se esperan a ver si tiene algo qué decir (sí, podría tenerlo... podría). Las marchas, las protestas, los gritos, los divorcios, la violencia... ¿qué es todo eso sino producto de la desesperanza? Si no se cree en el amor, si no se cree en la humanidad, si no se confía en el futuro, si no se conoce a algún dios (o más bien se llama a Dios de alguna manera en particular), y si no se entiende la propia insignificancia, entonces el silencio se convierte en un martirio. Por eso el ruido, gente, por eso... para que no se sienta el vacío. La música no sería música, si no hubiera también silencio.

El vector resultante

El exceso de velocidad no existe, es el exceso de rapidez lo que puede causar un accidente. La velocidad es un vector, tiene una dirección. Si voy a 200 km/h a un sitio y regreso en sentido opuesto a 200 km/h, mi velocidad (vector resultante) fue de cero, neutral, puntual.

Así me imagino que sucede con la energía en forma de sentimientos e intenciones. Siento que la vida es una oportunidad única porque no creo en la reencarnación. Entonces, para mí, hay sólo una chance de llenar el mundo de flechitas, de vectores que vayan en diferentes direcciones y dejen una resultante en la eternidad. Veo que el tiempo es una restricción que abre las posibilidades. Permite la evolución, pero nos arrastra hacia presentes consecutivos que continuamente se acumulan en el pasado- aquel tiempo rígido y estático imposible de modificar.

Si por mí fuera, daría todo el amor que tengo acumulado, que se genera en grandes dosis todo el tiempo. De alguna u otra manera, siento que eso es lo que hago. A veces me cuesta trabajo darme cuenta de qué es lo que se necesita de mí, pero siempre intento aportar lo que tengo. Me imagino que mi dosis de amor es un vector que, de ser suficientemente grande, puede mover la dirección de la gran resultante que compila los vectores individuales de toda la humanidad. Es una ilusión, un sueño, pero es la forma en que me convenzo de que este mundo está mejor conmigo que sin mí. Si es cierto o no, francamente no me importa. Yo hago el esfuerzo, y siento que no tengo otra manera de vivir, más que con esta intensidad y la pasión que me invita a cambiar el mundo. El cambio consiste simplemente en aportar una dosis. Si el mundo es rojo, y yo le pongo blanco, entonces se vuelve color de rosa.

Si alguien odia, entonces mi trabajo es amar más. Si alguien sufre, entonces más me vale ser feliz. Porque una cosa se compensa con la otra... y yo quiero un mundo donde las resultantes sean positivas. No eliminaré el dolor, pero nadie puede obligarme a pensar que no puedo compensarlo, al menos para neutralizar esa fuerza negativa. No erradicaré el hambre, pero tal vez pueda empujar las estadísticas hacia un lugar mejor. No destruiré el rencor, pero si aprovecho todas las oportunidades que tengo para perdonar, entonces puede que el mundo sea, a gran escala, en términos generales, y visto desde el punto de vista de eternidad, un lugar mejor.

Puede ser que por eso no me guste estar triste, o sentirme débil, o perder la paciencia, o llorar. Porque siento que entonces el mundo cambia de color, y es un lugar menos agradable para todos. Mi manera macrovisual de entender el mundo me motiva a ser una persona feliz, porque lo soy... Me encantaría transmitir este mensaje con un grito fuerte, para que vibre en los corazones de mi especie. De vez en cuando, tengo que admitir, me gusta que mis seres queridos me recuerden que no siempre hay que estar bien para que el mundo sea un buen lugar. A veces en la tristeza también hay paz... una cosa por la otra.

Como sea, si el mundo se ve verde azulado, es porque hoy visto un suéter de ese color, y porque no soy la única que decidió vestirse así.

Cansancio

Así como hay personas que con su plática inyectan energía, mientras que otras la roban completamente... así como el ejercicio cansa de manera agradable, y la rutina de manera insoportable... así como agota agradablemente estar enamorado a distancia pero fulmina el sentimiento de soledad... así, igualito, funciona todo lo demás.

Por eso hacen falta los lunes, las horas con cero minutos, los semestres escolares, los cambios de página, los nuevos tomos, los paquetes individuales, los anteojos nuevos, los cortes de pelo y las nuevas amistades. Quiero aclarar que las nuevas amistades tienen una jerarquía bastante más alta en mi lista, pero para efectos de este párrafo, entran en la misma categoría de nuevos inicios. Es cansado no empezar algo regularmente. Creo que me cuesta menos trabajo tomar decisiones, que no tomarlas por periodos prolongad0s. Hablo figurativamente.

No estoy segura de cuánto me gusta ser una mujer intensa. A veces siento que es una bendición con colateral. El vaso medio vacío... por el cansancio. Porque cansa estar soñando con cemento seco en los pies. Porque si no me basta con una felicidad azul, y yo la quiero roja o morada o verde, entonces el vaso se ve medio vacío, y yo me veo muy mal. Quien recibe más de lo que pudiera pedir, llega a cansarse cuando da menos de lo que tiene... y cuando no siente todo lo que está recibiendo.

Pues da.
Sí doy.
¿Entonces?
¿Qué?
¿A qué viene este rollo?
¿Eso importa?
Ya no me contestes con preguntas.
¿Por qué no?

Menos mal que las leyes no exigen sensatez, y los blogs no demandan sabiduría.

Síndrome del corto plazo

"No te miento, un 60% de las urgencias en el hospital de allá [cierta ciudad estadounidense] estaban relacionadas con enfermedades mentales", me dijo mi amiga mientras tomábamos un cafecito para celebrar su regreso del viaje de prácticas. Después, añadió "más o menos la mitad de los pacientes en general, sin importar la edad, toman antidepresivos". Al parecer, el médico le explicó que la gente en Estados Unidos tiende a involucrarse muy poco con la demás gente, y por ello sufre de soledad. "Serán amables contigo, te saludarán y se mostrarán cordiales, pero ni ellos te conocerán a ti, ni tú podrás conocerlos a ellos a fondo", sentenció el doctor.

Si se aprueba la reforma energética, afirman que tendremos 30 años más de petróleo en México, y si no, unos 9. Pleitos y más pleitos, consulta ciudadana y vaya usted a saber cuánta más cosa se hará para que logre decidirse qué hacer con nuestra energía. Siento que se pierde en lo que se busca cómo rescatar la poca que nos queda.

No sé qué nos está pasando, que planear a largo plazo es cada vez más difícil. No tanto por los cambios en el corto plazo, como por la incertidumbre que nos detiene de pensar más allá de mañana. Las relaciones interpersonales son cada vez más desechables, y las hipotecas son cada vez más cortas. La rotación de personal tiende a subir, y la movilidad estudiantil aumenta. Puede ser bueno, o puede ser muy malo.

Los matrimonios comienzan con la premisa de que es posible terminar, y de que en realidad nada dura en esta vida. Las decisiones son cada vez más reversibles. Existe la maravillosa opción digital de "deshacer". El largo plazo no parece un destino permanente, sino un estado parcial producido por el corto plazo. Las parejas terminan pensando en regresar, pero no regresan porque el tiempo se va rápido. Los grandes planes son producto de la coincidencia.

¿Que el mundo está por acabarse? No lo sé, nadie lo sabe. Es probable que sí, y también que no. Sólo alguien muy insensato apostaría existiendo tanto riesgo de perder en el pronóstico. Sólo un ignorante se creería tan sabio como para afirmar que sabe lo que sigue. El futuro siempre ha sido incierto porque no es pasado. Pero ahora, además de incierto, parece ser ignorado.

Distracción o abstracción

Pasé mi etapa preescolar, como muchos otros niños, creyendo que estudiaría hasta que fuera momento de casarme. Entonces, sería mamá y luego abuela. No me cuestionaba mucho acerca del resto, ni imaginaba que alguna vez tendría obligaciones fiscales y tendría que obtener permisos de uso de suelo para establecer unas oficinas. Por supuesto, no imaginaba que necesitaría un hombre para casarme, ser madre y abuela. La vida parecía lineal. La primaria fue un tanto similar, pero comenzaba a brotar en mí la necesidad de filosofía, la intriga por las ciencias naturales y exactas, y el sentimiento de enajenación. Llegué a la secundaria, y entonces empecé a sentir hostigamiento y una terrible necesidad de expandir las paredes, el piso y el techo para poder suspirar y bostezar sin dejar al resto de mi mundito sin aire. Por fortuna, me cambié de escuela para la preparatoria. Ahí comenzó la batalla más agradable: la libertad de ideas, la expresión artística, la integración cultural, la diversidad de amigos.


Fue en la preparatoria que me adentré más al mundo cibernético y, paradójicamente, también al mundo real. En esa etapa comprendí que siempre seré diferente del resto, al igual que otros tantos billones de personas- al igual que cada especimen humano. También me di cuenta de que podía enamorarme y de que alguien podía enamorarse de mí. Viajé sin mi familia por primera vez. El mundo parecía expandirse para mí.


Después, llegó la universidad, y con ella, la confusión, la responsabilidad, la delicia de la paz y el sabor de la lucha por la definición de las propias ideas. También en esa época, se vertieron en mi cabeza pensamientos de solidaridad, de inconformidad, de ternura por la humanidad, de fraternidad, y de amor... de muy profundo y sincero amor. Mis letras empezaron a exigirme experiencia, conocimiento, información... me demandaban que las liberara organizadamente, que les diera una historia en dónde existir. Los números ocupaban la mayor parte de mi atención, después del tiempo. Fui literariamente obligada a observar con más detenimiento, sentir con más intensidad, experimentar con más valentía, querer con más ahínco y perdonar con más honestidad.


Día con día vi a la gente pasar sin voltear a ver el amanecer, mientras yo me salía de mi clase de 7 am con el pretexto de ir al baño, sólo para contemplar el cielo que teñía la presa de dorado. Cada tarde me percaté de cuánta falta le hacía a la gente ser abrazada. Noche tras noche soñé historias diversas, que me incrustaban en la sensibilidad, la necesidad de escribir. El mundo empezó a ser menos grande, y la vida, menos complicada. Parecieron multiplicarse las posibilidades, y con ello, aumentaron también las soluciones a los problemas. El mundo se convirtió en un plano de dos dimensiones, donde jamás conoceremos la tercera y no podremos ni siquiera intuir de la cuarta en adelante. La gente era toda igual, sin importar si era pobre, famosa o saludable. Todos entrábamos en una categoría con un margen de error tan grande que las posibilidades de no pertenecer a la misma eran enormes. La experiencia se concentraba en sensaciones y sentimientos, producto de decisiones y eventos. Rimó. Fue a propósito, pero no pretendía distraer al lector con eso. La verdad es que sí, sí pretendía hacerlo. Porque precisamente de eso se trata mi texto: la distracción o abstracción que sufre la humanidad en esta época. ¿Fue muy abruta mi manera de tocar el tema? No lo siento tanto como debería. Así funciona; se trata de confundir, de abrumar, de hostigar, de no tener tiempo para procesar las cosas, entender su relación con el resto, o siquiera formarse una postura al respecto.

Entre tanta observación, me di cuenta de cómo la vida se limita a lo que estemos dispuestos a recibir de ella. Para mí, todas las mañanas de escuela tuvieron un paisaje divino- eso sí que lo extrañaré. Para muchos que se quedaron en el salón en clase de 7 am, no existieron esos amaneceres. Tal vez existieron, pero sólo en la suposición. Igualmente, para quien estudia por puro deber, no hay diversión al compartir opiniones. Para quien come frente a la televisión, no hay récord de cuánta comida fue la que entró al organismo, ni cuántas imágenes se quedarán grabadas en la memoria. El mundo exige atención, pero la gente parece estar demasiado ocupada con otras cosas. Sólo algunos dedican su vida al mundo- también en la gran escala hay amos de mundo y cónyuges irresponsables que se abstraen de la responsabilidad de cuidar su hogar. El planeta es tan grande, que no vemos que la basura creada, estará arrumbada en un rincón. Es como si nunca pudiéramos sacar la basura, y la almacenáramos junto al armario. Basura en forma de basura, y en forma de crimen, y en forma de egoísmo, y de ignorancia. No es tan mala la ignorancia, como lo es la negligencia.

La angustia se ha sustituido por la risa. La gente se ríe de la política, hecha parodia. Las fotos de obesos en paños menores se difunden por la red, causando gracia. Las desgracias ocasionadas por la guerra se convierten en tiras cómicas. Las palabras altisonantes se vuelven condicionantes de los chistes. La discriminación y el aislamiento, el estrés y la extrema pobreza se unen al humor negro para darle un respiro al hombre blanco. Si alguien llora con eso, se lo tacha de sensiblero y exagerado. El mundo así funciona, no vas a cambiarlo. También de frases como ésas se apesta nuestra casa. Se acumulan frente a los espejos, impidiéndonos ver en qué nos hemos convertido. Somos una especie que se ríe de la destrucción, que se regocija en el vicio y se refugia en el exceso.

¿Qué nos llevó a este punto? ¿Quién fue el culpable? ¿No somos todos una misma masa desparramada sobre el planeta? ¿Por qué nos importa tanto darle gusto al pueblo y nos vale cacahuate darle en su madre a la humanidad? Le estamos dando en su madre, en la Madre Tierra.

Hay millones de luchas y millones de causas... pero todas apuntan a una que deberíamos compartir, una por la que todos deberíamos luchar: el mundo. Discutimos por el valor de la vida, pero nos suicidamos lentamente, y accionamos la eutanasia que terminará con el sufrimiento- y la belleza, y el gozo, y la historia, y las posibilidades- de la humanidad. Unos critican a otros. Éstos a su vez, defienden su postura. A donde vamos, hacemos lo que vemos... y cuando regresamos a casa, dejamos de hacerlo. Nuestra masa pierde la forma, se derrite, se desparrama. Los ideales son utópicos, los principios son arcaicos, los sentimientos son imprácticos, y la vida... la vida es un pasatiempo.

Cuando era pequeña, no me cuestionaba mucho. Pero crecí, y ahora no puedo dejar de hacerlo. Me aseguran que a cierta edad dejaré de pensar tan insistentemente en cómo cambiar el mundo. Espero que se equivoquen, de la misma manera en que erraron al decirme que cuando fuera grande me gustarían los juegos mecánicos. A lo mejor es que todavía no soy tan grande...

Licenciada

Los innumerables destinatarios de mis cartas de presentación con currículo anexo, vieron el título y dedujeron el resto. Si ese resto pareció tentador, entonces tal vez le dieron una ojeada a ambos documentos. Fui llamada a unas cuantas entrevistas- curiosamente, sólo una fue por solicitud mía, dentro de las no-sé-cuántas que mandé. Se esperaba que llegara, viera a los ojos a mi interlocutor, saludara con mano firme, esperara a que me indicaran que debía sentarme, sonriera sólo cuando fuera necesario, evitara los temas personales, mencionara brevemente el clima, y demostrara mis amplios conocimientos acerca de la empresa. Hice todo eso. Me ofrecieron seguir adelante con el proceso. Seguí. Pero yo no quería ventas... pero bueno, casi nadie consigue el trabajo de sus sueños a la primera... segunda... bueno, tercera.

No hay que decir que se tienen planes de hacer algo grande por la humanidad, no debe demostrarse euforia, no deben llevarse las uñas rojas, no conviene proponer métodos alternativos cuando una contratación se dificulta, hay que hablar siempre de usted, hay que... venderse.

Es importante la honestidad, pero más importante la mesura. Es necesaria la buena voluntad, pero antes la mentalidad de negocios. Es indispensable tener las respuestas indicadas, como sacadas de un libro, o de las tantas páginas en la red que dan consejos para conseguir el trabajo de sus sueños. Cuando alguien, sin utilizar estas frases, dice algo acertado, entonces el entrevistador debe pensar que exagera y creerle poco. Si alguien es honesto, nadie lo sabrá. Es que el mundo así funciona. ¿Luego por qué habemos algunos que queremos cambiar el mundo?

Buscar trabajo debería entenderse como un deporte, o más bien, un juego de azar.

*Yo ya tengo trabajo, y no es de ventas.

Tenmeacás

No se trata de ser fatalistas o negativos. No es cuestión de pesimismo. La vida pasa, y con ella las decisiones. Lo que era posible en algún momento, deja de serlo cuando vence la caducidad de la decisión que iba a accionarlo. Con el paso del tiempo, se barren las oportunidades. El miedo se disfraza de prudencia, y la madurez de escepticismo.

Por cada segundo que no esté trabajando contra la pobreza, hay un segundo más de hambre, enfermedad o desesperación. Por cada abrazo que no dé, habrá una muestra de afecto menos en el mundo. Por cada amor que deje ir, habrá una historia no escrita. Por cada vacante que no se cubra conmigo, habrá una posibilidad desperdiciada. Por cada persona que no haga sentir bien, habrá una persona sintiéndose indiferente o mal.

Yo no existo en el futuro. Tú tampoco. Ellos tampoco, ni ella. Si muero hoy, o tú lo haces, o ellos, o ella, entonces no habremos hecho nada contra la pobreza, no habremos dado tantos abrazos como convenía, no habremos amado lo suficiente, ni habremos dado oportunidades para que las cosas sucedieran cuando podían hacerlo. Pero ya muertos, no importa. Importa hoy. Quiéranse hoy. Comiencen hoy lo que piensen hacer en un año. Extrañen hoy. Piensen hoy. El cobarde posterga, huye, se esconde, miente... y poco sabe sobre lo que hace, lo que quiere o a dónde se dirige. Si han de ser cobardes, séanlo hoy... pero solamente hoy. Mañana habrá muerte, soledad, inseguridad, injusticia. Mañana harán falta cordura, decisión, solidaridad y sensatez. El mañana es hoy. Lo que no se pueda hoy, que se pueda mañana, pero se haga hoy.

Sabotaje divino

Uno hace planes. Se ilusiona. Mantiene los pies en la tierra. Luego vuela. Después cae de un trancazo y se hunde un poco en el lodo. Se queda ahí un tiempo, moviéndose lentamente para no sumergirse más. Finalmente, sale, pero los pies le pesan. Uno está cansado. Uno reza, primero para pedir fe, y luego para mover montañas. Pero no hay montañas, es una planicie. Uno toma fuerzas. Uno es más grande de lo que creía. De pronto, y sin saber cómo, los pies tocan la tierra pero el cuerpo ya no pesa nada. Uno tiene sueños, hace planes, se le frustran, hace otros. Uno se da cuenta que el destino conspira a su favor. Entonces, deja de planear y ejecuta. Uno es producto de sus decisiones... y de la inspiración divina.

Aferrarse a la libertad

En algunas corrientes filosóficas se propone la renuncia como una alternativa liberadora y una estrategia para alcanzar la felicidad. Como se llega al Cielo, se alcanza la felicidad. Se trata de lugares, sitios, condiciones, estados, dimensiones... algo amorfo e indescriptible que está en algún lugar o nivel de conciencia.


Por otra parte, hay idealistas políticos, revolucionarios, masas de gente única, críticos y rebeldes. Éstos proponen adherirse a los ideales de libertad, sujetarse de una palmera en medio del huracán, pinchar la burbuja del capitalismo y la república para crear un afuera. Algunos terminan opinando sobre arte y política en medios espectaculares. Otros luchan a favor de la eutanasia en casos de aburrición enfermiza. Al contrario de la disolución de las pertenencias, esta categoría de homo sapiens sapiens propone la universalización de las propiedades, la generalización del poder y la defensa de todo aquél que esté en desventaja. Cuando empiezan a vislumbrarse estos ideales en una existencia globalizada y una anarquía controlada y sistémica, se sientan en un café a discutir sobre la falta de identidad lograda por el maldito sistema. Los ideales de libertad (o ausencia de una clara figura de poder), igualdad (o disolución de las identidades culturales y de las clases sociales) y fraternidad (o engranaje de una sociedad horizontal) han sido mal expresados o erróneamente entendidos. Gracias a Dios, todavía hay diferencias, injusticia, desigualdad y opresión... si no, se habrían acabado las salidas potenciales de este universo cerrado, donde absolutamente todo lo que hay, está adentro, y ya no hay hacia dónde escapar.

Existen quienes desprecian las pasiones por conducir a los bajos instintos (no sé si los bajos son peores que los altos). Pero también hay quienes se aferran en la desventaja para accionar la pasión que impulsa los grandes cambios. La filantropía salta del egoísmo al desprecio de la propiedad, la política se confunde con la diplomacia, el arte se vuelve objeto de crítica, el pensamiento condiciona el estatus, y el conocimiento parece cada vez más una membrana que contiene toda la ignorancia que espera ser descubierta.

Cuando era pequeña, confiaba en que cuando fuera grande, lo comprendería todo y sabría de qué hablaban los adultos. Conforme he ido creciendo, pierdo cada vez más la esperanza de entender cómo funciona el mundo, pero fortalezco mi deseo de contribuir a que esa incomprensión, esa desilusión, y esa dispersión de opiniones, sean bellas. ¿Qué es la belleza? Lo que nos causa admiración y nos hace sentir bien. O tal vez sea algo más.

Posible sobrecarga de lineamientos

Me molesta decir "afuera de" porque debe ser "fuera de" o simplemente "afuera". Cuando veo publicidad, detecto fácilmente las faltas de ortografía y los vicios del lenguaje. Por eso mismo, al escribir me da coraje estar fijándome en mis errores. De hecho, en cierto modo, por eso es que decidí tener un blog. Se trata de un espacio donde puedo hacer las cosas mejor de lo que acostumbro, o llegar al desastre. Simplemente se trata de no tener que hacer las cosas de alguna manera en particular. En la vida tiendo a buscar hacer lo correcto, y la tendencia es tan fuerte que llega un punto en el que ya no sé qué es correcto y qué es simplemente ordenado o limpio. Así me criaron y así me dejé criar... y no niego que me agrada tener las aspiraciones que tengo. Pero un blog con faltas de ortografía no le hace daño a nadie.

Tampoco le hace daño a nadie que dibuje con crayones y las proporciones se salgan de la realidad. Mucho menos, que componga canciones que parecen no seguir un patrón. No afecta a nadie que mi cama tenga un par de arrugas. En mi curiosa búsqueda por hacer lo correcto, de vez en cuando me detengo y hago justo lo contrario. Porque lo correcto, muchas veces, es solamente una ilusión. Hasta ahora no me he arrepentido de mis errores deliberados. No ha habido ningún debería al respecto. Por eso sigo así, evitándome futuros deberías, futuros hologramas subyugantes.

Para incluir más recovecos en mi laberinto analítico, explicaré más sobre mis errores deliberados. La gente como yo, que busca hacer lo correcto, se crea ilusiones sobre su actuar. Es decir, se cree mucho porque hizo lo correcto. Aunque no lo digamos, quienes buscamos hacer lo correcto, nos enfrascamos en una satisfacción propiciada. Queremos ser buenos, y por eso queremos hacer las cosas de la mejor manera. No dudo que haya nobleza o bondad mezclada por ahí. Pero también hay soberbia. Sí, señoras y señores, soberbia. Nuestra impuesta corrección y nuestros propios estándares de lo que está bien, nos enfrascan en una categoría asfixiante. Unos más buenos que otros, tal vez. Algunos más tercos, otros más filántropos. Como sea, nos creemos mucho. Eso no es bonito, ni agradable, ni relajante, ni siquiera satisfactorio. Es la manera incorrecta de hacer las cosas bien. Porque está bien salirse de proporciones al pintar con crayones, y también está bien dejarle arrugas a la cama. En todo esto, hay una expresión de libertad dentro de las posibilidades. Doy ejemplos simples, porque así de simple debería ser el discernimiento.

Me gusta que la gente sea buena, que tenga buenas intenciones. Me gusta también que haya personas que entienden a la gente buena- que suele ser más compleja, y por lo tanto tiende a ser más incomprendida. Me gusta que la gente buena se deje ser libremente, que se haga artista, científica, filósofa, bohemia, voluntaria. Lo que no me gusta es que la gente buena sienta que debe seguir siendo buena todo el tiempo... Aclaro, sí me gusta que siga siéndolo. Lo que no me gusta es que sienta que así tiene que ser. Hay un abismo que divide la bondad de la corrección. La bondad, libera; la corrección, hostiga.

Reflexión sobre la verdad

Espero no escribir ninguna barbaridad...

¿Qué tal que las mentiras fueran solamente una fragmentación de la verdad- como el frío es la falta de calor y la oscuridad es la ausencia de la luz? Tal vez las diferencias ideológicas son simplemente varias caras de una verdad prácticamente esférica.

Ya no recuerdo cuántas veces he tenido que enfrentarme a gente con ideas muy distintas de las mías... cada vez, sintiendo que discutir es una manera de reaccionar ante la ignorancia de nuestra propia ignorancia. De todas maneras, me gusta defender mi punto... porque conforme voy aprendiendo, voy sintiendo que sé, aunque sólo sea una sabiduría fragmentada. En ocasiones, defiendo mis ideas más bien para no presionar a mis actos a cambiar de sentido. Como sea, lo importante es que no siempre me acuerdo que los antónimos son polos.

Me imagino que al reunir todo el conocimiento, estaríamos más cerca de la verdad, que ha de ser única para que no resulte inconsistente el término. Probablemente, al mezclar la sabiduría de todas las corrientes médicas, las posturas filosóficas, y las ideologías religiosas- no meto la política, la economía ni las culturas, porque eso no tiene qué ver con la verdad, sino con la práctica-, alcanzaríamos a entender mucho mejor este mundo. Parece tan insignificante dentro de un universo infinito, que no sé si habría algún cambio al conocer una aproximación más cercana a la verdad. Pero me intriga... la verdad me intriga.

Esto no es ningún ensayo. No pretende ser un documento bien construido. Es mi mente, pasando por mis dedos. Si mi método de investigación es inválido, que así sea.

Cuando descubro personas que se aferran a sus ideas, admiro la fidelidad... cuando hallo gente que está abierta a todas las posibilidades, aprecio su flexibilidad. Sin embargo, cuando encuentro a alguien cerrado en su supuesta apertura, le pierdo la admiración. Los liberales que se esclavizan en su liberalismo, y que además condenan a los conservadores que se atan a sus ideas, ésos de verdad necesitan darse tiempo de meditar. Yo no sé qué soy. Supongo que un poco de todo. Conservadora por interesarme tanto en el conocimiento ancestral, y liberal por buscar complementarlo con nuevos brotes mentales. Nuevos... por decirlo de alguna manera. Tal vez sólo una revelación de algo que ya se sabía y se había olvidado, o lo que hay debajo de algo ya bien conocido.

No es una u otra... es todas, al mismo tiempo. Me imagino vectores: cada ser humano cargando con su flechita. La resultante tal vez sea neutral. Pero la gente sigue peleándose por defender lo cierto... como si existiera la certidumbre.

Mi mente se siente oprimida cuando no es posible compartir lo que hay ahí, cuando la información se pierde en una espiral que simula no tener salida. ¿Las conversaciones de la gente están condenadas a la distracción? ¿El respeto debe caer irremediablemente en el silencio? ¿La diversidad debe perderse en la disolución de la admiración ajena? No me gustaría que así sucediera. La gente más interesante que he conocido es la que no necesariamente piensa como yo, pero que me deja ver adentro de su mente, y se inmiscuye entre mis ideas para descubrir que hay algo que vale la pena rescatar. Creo que es precisamente porque no se puede estar seguro de nada si no se ha completado la red, esa red heterogénea a la que todos, absolutamente todos, contribuyamos con nuestra subjetividad- nuestro fragmento de la objetividad.

Por todo lo anterior, es muy probable que lo que haya escrito sea una barbaridad. Pero también creo que esa barbaridad puede ser una excelente contribución a la red... sobre todo si hasta ahora se le han aportado muy pocas barbaridades al tejido.

Estado de pérdidas y ganancias

Hay llanto de pérdida y llanto de ganancia. Hay euforia de una pérdida menor a la esperada, que se percibe como ganancia al final de cuentas. Hay sufrimiento por una pérdida que se percibe mayor de lo que realmente es. Si la naturaleza del hombre fuera puramente racional, si de verdad las emociones debieran ser discriminadas y consideradas infantiles o estorbosas, si lo correcto fuera reaccionar con desdén ante los impulsos de los sentimientos- porque por más racional que sea la razón, también ésta tiene sus impulsos-, entonces me cambiaría de especie. Pero sigo siendo humana.

Como humana, sentí que perdía, que se me despojaba de una parte de mí, cuando creí perder algo que parecía enorme y magnífico. Como humana, también, me di cuenta que no perdía demasiado: estaba perdiendo algo que ni siquiera tenía, algo que solamente creía tener. La ilusión de la pérdida se debía precisamente a la pérdida de la ilusión.

Por eso, al despertar hilé una frase todavía entre sueños, y sentí mucha satisfacción. Mi razón y mi sensibilidad habían llegado a un acuerdo:

El que pierde un amado, sufre más y pierde menos que el que pierde un amante.

Si las ideas son energía...

Antes de que mis ideas se transformen, más me vale retratarlas. Puede que no se hayan creado. Puede que provengan del conocimiento compartido por la humanidad. Puede que no sea tan única y original como me gustaría, pero sigo teniendo la ilusión de que mis pensamientos merecen un hogar donde se les permita existir y convivir con más pensamientos, en cabezas diferentes de la mía.
No publico porque piense que tengo razón, sino porque simplemente, pienso. No pretendo convencer, ni causar admiración, ni que mis letras revelen verdades insólitas. Simplemente deseo con muchas fuerzas, que las imágenes que palpitan en mi cerebro y electrizan mis emociones, tomen unas vacaciones en la realidad, donde pueden prolongar su existencia.
Me encariño fácilmente con mis ocurrencias, como quien se enternece ante un abrazo lleno de honestidad. Quiero, por lo tanto, que esas ocurrencias puedan viajar y conocer cabezas diferentes de la mía... llamémoslo intercambio cultural, tan importante en el currículo en estos días.
Bienvenido, lector, a mi filisofía. Gracias por dedicarle su atención.