Sabiduría natural

Alguien que tiene sueño debería poder recargar los brazos sobre su escritorio, reclinar la cabeza, y dormir. Si por el contrario, una persona deseara despertarse para trabajar a las tres de la madrugada, debería poder hacerlo. En el sistema actual implantado por una masa humana poco consciente de su humanidad, la segunda opción sería mucho más aceptable que la primera. Es el hombre quien sirve al dinero, esperando que algún día, cuando acumule suficiente, el dinero comience a servirle a él.

El dinero no sólo es condicionante de estatus dentro de nuestra adorable sociedad, sino que también es una limitante que impide gastar poco -es que si alguien gana bien, no puede parecer tacaño porque perdería puntos en el inverosímil y extraoficial concurso de posiciones jerárquicas dentro de la comunidad. Es además un escudo protector contra las ofensas: si alguien ofende a un millonario, puede perder su empleo, sus cartas de recomendación y vaya usted a saber qué tantas otras cosas. ¡Qué lástima que tenga que ser el dinero y no la integridad la que propicie el respeto a un ser! Otro inconveniente terrible es la dificultad que tiene alguien acostumbrado a los lujos, de adaptarse a condiciones de vida más sencillas. Igualmente, la inseguridad de que sus amistades realmente aprecien a la persona y no al empapelado de oro que lo cubre.

Sin embargo, sin dinero no hay proyectos, no hay empresas, no hay filantropía, y tampoco hay solidaridad con quienes carecen de bienes básicos para tener posibilidades de decidir. En un mundo donde todo se compra con dinero, se atrofian las facultades humanas de decisión, reflexión, raciocinio, o negación. Sólo alguien con dinero tiene derecho a explotar sus más básicas cualidades humanas, porque sin dinero no hay escuelas, no hay arte, no hay viajes, no hay ni siquiera comida.

¡Por algo la naturaleza lo da todo gratis! La humanidad está naturalmente provista de todos los bienes que necesita, y de todas las facultades que requiere para aprovecharlos. Pero el hombre no da nada gratis, porque hay más hombres que tal vez terminarían por tratarlo como a la naturaleza: sobreexplotándolo, descuidándolo y haciendo mal uso de sus recursos. Es por eso que no se puede dormir a mitad del trabajo, o llegar a la oficina a la hora que lo dicte el cuerpo, o comer cuando el estómago lo pida. Contamos con un ejemplo de sabiduría natural y gratuita, pero seguimos creyéndonos los amos y señores del planeta.

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