Mujer de vitrina

Los héroes solamente se dan a conocer en medio de la adversidad. No hay ningún acto heroico cuando hay paz, salud mental, solidaridad generalizada, justicia... Yo siento que tengo madera de heroína (de la buena, no de la adictiva... aunque puede que para alguien yo llegue a ser adictiva, alguna vez), pero no he tenido la ocasión de echar esa madera a la fogata. No es que desee la tragedia -soy demasiado cuerda para eso, todavía-; es más bien que me gustaría saber qué tanto puedo llegar a hacer. O tal vez ya lo sé pero me gustaría que la persona con la que esté, lo sepa también. Me imagino que debe ser un tenmeacá, que cuando estoy con alguien (llámese galán de curso legal) que siento que me deja ir, pienso que, si estuviéramos en guerra, ni de chiste me habría dejado pasar, porque soy el tipo de mujer que lucha hasta que ya no puede más, y el tipo de compañera que no claudica y no deja de amar. Pero eso, en una vida tranquila y cómoda, no se nota. No se sabe cuánto puedo amar, porque no necesito hacerlo más que el promedio de la gente, por lo general -y cuando lo amerita y entonces lo intento, el receptor no sabe qué hacer con tal dosis. Tampoco se sabe lo ingeniosa que puedo ser, ni se conoce mi fuerte instinto maternal, o mi intensidad y mi pasión por la vida, cuando estoy sentada frente a un escritorio lleno de papeles. No se conoce la calidez de mis abrazos, o la sinceridad de mis lágrimas, cuando sólo se me ve cruzar un pasillo con uniforme de trabajo. Parezco sólo una parte de lo que soy... por lo general, la parte formal, mesurada y políticamente correcta. También eso soy. A veces me siento como una mujer de vitrina, en salas de jóvenes y viejos, en mansiones y en estantes de supermercado, pero marcando constantemente con mi vaho, la soledad de estar ahí adentro.

Sabiduría natural

Alguien que tiene sueño debería poder recargar los brazos sobre su escritorio, reclinar la cabeza, y dormir. Si por el contrario, una persona deseara despertarse para trabajar a las tres de la madrugada, debería poder hacerlo. En el sistema actual implantado por una masa humana poco consciente de su humanidad, la segunda opción sería mucho más aceptable que la primera. Es el hombre quien sirve al dinero, esperando que algún día, cuando acumule suficiente, el dinero comience a servirle a él.

El dinero no sólo es condicionante de estatus dentro de nuestra adorable sociedad, sino que también es una limitante que impide gastar poco -es que si alguien gana bien, no puede parecer tacaño porque perdería puntos en el inverosímil y extraoficial concurso de posiciones jerárquicas dentro de la comunidad. Es además un escudo protector contra las ofensas: si alguien ofende a un millonario, puede perder su empleo, sus cartas de recomendación y vaya usted a saber qué tantas otras cosas. ¡Qué lástima que tenga que ser el dinero y no la integridad la que propicie el respeto a un ser! Otro inconveniente terrible es la dificultad que tiene alguien acostumbrado a los lujos, de adaptarse a condiciones de vida más sencillas. Igualmente, la inseguridad de que sus amistades realmente aprecien a la persona y no al empapelado de oro que lo cubre.

Sin embargo, sin dinero no hay proyectos, no hay empresas, no hay filantropía, y tampoco hay solidaridad con quienes carecen de bienes básicos para tener posibilidades de decidir. En un mundo donde todo se compra con dinero, se atrofian las facultades humanas de decisión, reflexión, raciocinio, o negación. Sólo alguien con dinero tiene derecho a explotar sus más básicas cualidades humanas, porque sin dinero no hay escuelas, no hay arte, no hay viajes, no hay ni siquiera comida.

¡Por algo la naturaleza lo da todo gratis! La humanidad está naturalmente provista de todos los bienes que necesita, y de todas las facultades que requiere para aprovecharlos. Pero el hombre no da nada gratis, porque hay más hombres que tal vez terminarían por tratarlo como a la naturaleza: sobreexplotándolo, descuidándolo y haciendo mal uso de sus recursos. Es por eso que no se puede dormir a mitad del trabajo, o llegar a la oficina a la hora que lo dicte el cuerpo, o comer cuando el estómago lo pida. Contamos con un ejemplo de sabiduría natural y gratuita, pero seguimos creyéndonos los amos y señores del planeta.

Utilitarismo

La teoría no tiene tanto valor cuando no tiene una aplicación práctica. Es cierto, porque de nada sirve un progama que no puede implementarse para alcanzar los objetivos para los que fue creado. No sirve una declaración de independencia que no puede realizarse.
Sin embargo, creo que todavía nos falla un poco el enfoque. A lo mejor creemos que la práctica es absolutamente tangible para nosotros. Si así fuera, no existirían los rayos UV que no podemos ver, o los sobreagudos que no podemos escuchar. Pero existen, y trascienden, y provocan consecuencias. En el sentido práctico, tienen una razón de ser, incluso si no nos damos cuenta.
Tenemos la perspectiva algo cerrada, porque estamos acostumbrados a ver, y no a imaginar; los que imaginan viven de la ilusión, y los que ven son realistas y hacen dinero porque saben cómo funciona la parte visible del mundo. Pero la ilusión es la conciencia de una posibilidad. Me hace falta una palabra para denotar la parte de las ilusiones que puede ser realizable -de todas maneras, no sé lo suficiente para determinar que hay algo irrealizable. Muchas cosas que antes eran imposibles, se mudaron al plano de la realidad cuando alguien tuvo la ilusión de que pudieran suceder.
¿En serio no sirve decir una palabra linda al viento, al pensar en un amor que se halla a ochocientos kilómetros de uno? ¿Podría ser cierto que de nada sirviera tener una buena intención? ¿De verdad vale la pena trabajar por el dinero y estudiar por el diploma? Siento que hay muchísima información desatendida. Todos los días hay miles de señales de que esta vida está siendo desperdiciada... como mujer de negocios, lo afirmo: No sirve una vida que no da rendimiento, y el rendimiento es precisamente la prima de riesgo que hay que obtener por hacer de éste un mundo mejor. Porque este mundo es solamente una dimensión temporal, pero la energía que transformemos en amor no se destruirá, aunque cese nuestra vida. Si hubiera una sola cantidad de energía -que de verdad no se creara ni se destruyera-, entonces más vale que la mayor parte de ella sea positiva. Cada vez somos más, y la energía se reparte en porciones más pequeñas... pero así el mundo no nos queda grande, porque tenemos control sobre una pequeña parte. Además, todo cuenta... de verdad, la lógica y la intuición me dicen que todo lo hecho tiene sentido, que todo cuenta, y que no podemos lanzar energía que no tenga alguna consecuencia en el mundo. Más vale que sea positiva...

No hay días normales

Hace unas horas, en las calles de mi ciudad, hubo balaceras, persecusiones y miedo. Esta ola de violencia por aplacar más violencia está convirtiéndose en un factor de estrés, y francamente, también de angustia. En estos días me cuesta trabajo ver los días como si fueran normales (¿Cómo es un día normal?). El ambiente de mi país está alborotado, pero también el ambiente de mi generación está inundado de inquietud. En un "día normal", lo que sucede es que los jóvenes llegan temprano a su trabajo, y durante todo el día tratan de hacer su labor lo mejor posible, para aprender, para crecer y obtener posibilidades de conseguir un mejor puesto, y para contribuir positivamente a la economía nacional. Pero en ese día, también se preguntan qué rayos hacen donde están, y qué tanto vale la pena estar entre cuatro paredes cuando hay tanto por ver allá afuera, tanto qué hacer por el mundo, tanto amor qué repartir cada minuto, y tantas vidas que están a punto de terminar sin un último abrazo.
No quiero ser fatalista, casi siempre me rehúso a sentir que lo soy... y trato de no parecerlo. Pero es cierto que suspiro cuando pienso en todo lo que puedo hacer, todo lo que puedo dar, todo lo que hace falta que alguien haga, y cuántas ganas tengo de contribuir a que este mundo sea verdaderamente un lugar donde valga más la pena vivir que morir, y lo más importante, que así lo sienta la gente.
Que somos demasiados y no tenemos recursos suficientes para toda la población... eso es cierto. ¡Pero cada vida tiene tanto potencial! No sé qué va a pasar y cuándo se convertirá en estabilidad el velo de incertidumbre que cubre a mi generación. Pero sé que las cosas estarán bien, porque hay muchos buenos corazones para compensar la ira, el odio, la irresponsabilidad, la ceguera y el egoísmo que escurre desde las generaciones anteriores.
Éste es un reportaje interno, más que otra cosa. Necesitaba escribir porque mi alacena comenzaba a lucir repleta de sentimientos.

Política ortodoxa universal

¡Qué título más poético, lector (llámese así a la persona que lea, independientemente del género- que nadie se ofenda)! ¿A poco no se lee bonito? Rebuscado y emperifollado, listo para una sesión fotográfica, haciendo sonrisas que luzcan hermosas en el periódico. Así se usa ornamentar para reclamar respeto: uno respeta lo que no entiende. ¿Por eso me respetan tanto?
Quiero salir a pegar hojitas con mis comentarios por toda la ciudad: "me gusta este árbol", "qué bonita sonrisa tienes", "¿para qué sirve este tope?", "bache número 24399 de la ciudad". No lo hago para no generar basura, pero estoy segura que si lo hiciera, las reacciones de la gente serían contrastadas. Muchos buscamos originalidad, perseguimos la autenticidad con el olfato, porque hacen falta la honestidad y la simplicidad. El mundo está lleno de belleza, sólo hace falta darse cuenta. Me encanta observar a la gente, interactuar, escuchar, compartir, leer, escribir, aplaudir, abrazar, percibir, notar... Para eso está la vida, para ser vida y ser vivida... ¿y vívida? La vida me da letras -y las letras me dan vida.
Política ortodoxa universal: política, del pueblo, usanza común; ortodoxa: la misma concepción, postura, idea, costumbre; universal: un diario, una productora de filmes, y un verso único. Pueblo del mundo acostumbrado a la misma cosa.
¿Le hablo o mejor no para que me extrañe y entonces me hable ella? No se debe aplaudir sino hasta que se termine la obertura. Pero no lo conoces, ¿por qué lo saludas? No subir los codos a la mesa. Vestir de amarillo denota confianza en la propia belleza. ¡Pura barbaridad, lector! Pero así se usa, bendita cultura.
¿Qué tal si se me ocurre un día escribirle a un ex para quedar en paz porque qué flojera andarse con cosas (ya lo hice)? ¿Qué tal si le hablo a una compañera de la primaria de la cual todavía recuerdo el teléfono (no cabe duda que mi memoria es incomprensiblemente selectiva)? ¿Qué tal si me lanzo mañana a llevarles serenata a mis padrinos (sí, sí... me proyecté y qué)? ¿Si le regalo un letrero más bonito a la biblioteca para que quiten el que no tiene tildes? ¿Si en mi trabajo decido que no voy a interponer el escritorio entre la gente y yo para no hacer uso de las bien conocidas técnicas de negociación que infunden tanta desconfianza en la humanización del bisnes? ¿Si soy al mismo tiempo actriz y mujer de negocios, cantante y organizadora de eventos, escritora y deportista? ¡Que noooo! ¡Que así no se usa! ¿Qué no estás ya bastante grandecita para darte cuenta que así no es como hay que hacer las cosas?
Hay maneras de hacer las cosas. Respeto las reglas. Hay costumbres. Aprecio las tradiciones. Hay aburrición. Eso sí no lo comparto... la aburrición es simplemente falta de creatividad y poca conciencia de lo efímera que es la vida. Sí, también a mí me pasa... pero no me dura mucho tiempo -la vida tampoco me durará tanto como para dejarla irse como si nada.

El silencio

El silencio es la música que sólo Dios puede hacer, cuando todos los demás nos quedamos callados. A veces creo que es necesario perderlo todo para empezar a notar que se tiene algo. Hay demasiados condimentos... demasiados. Parece que el mundo comienza a causar indigestión. Se hace el bien, mirando a quién. Se hace el amor, y se deshace antes de que empiecen a crearse expectativas. Se da un abrazo, y se suelta a la persona para darle inmediatamente un beso. En un concierto de la sinfónica, la gente chifla pidiendo al orador que se calle... no se esperan a ver si tiene algo qué decir (sí, podría tenerlo... podría). Las marchas, las protestas, los gritos, los divorcios, la violencia... ¿qué es todo eso sino producto de la desesperanza? Si no se cree en el amor, si no se cree en la humanidad, si no se confía en el futuro, si no se conoce a algún dios (o más bien se llama a Dios de alguna manera en particular), y si no se entiende la propia insignificancia, entonces el silencio se convierte en un martirio. Por eso el ruido, gente, por eso... para que no se sienta el vacío. La música no sería música, si no hubiera también silencio.