No hay días normales

Hace unas horas, en las calles de mi ciudad, hubo balaceras, persecusiones y miedo. Esta ola de violencia por aplacar más violencia está convirtiéndose en un factor de estrés, y francamente, también de angustia. En estos días me cuesta trabajo ver los días como si fueran normales (¿Cómo es un día normal?). El ambiente de mi país está alborotado, pero también el ambiente de mi generación está inundado de inquietud. En un "día normal", lo que sucede es que los jóvenes llegan temprano a su trabajo, y durante todo el día tratan de hacer su labor lo mejor posible, para aprender, para crecer y obtener posibilidades de conseguir un mejor puesto, y para contribuir positivamente a la economía nacional. Pero en ese día, también se preguntan qué rayos hacen donde están, y qué tanto vale la pena estar entre cuatro paredes cuando hay tanto por ver allá afuera, tanto qué hacer por el mundo, tanto amor qué repartir cada minuto, y tantas vidas que están a punto de terminar sin un último abrazo.
No quiero ser fatalista, casi siempre me rehúso a sentir que lo soy... y trato de no parecerlo. Pero es cierto que suspiro cuando pienso en todo lo que puedo hacer, todo lo que puedo dar, todo lo que hace falta que alguien haga, y cuántas ganas tengo de contribuir a que este mundo sea verdaderamente un lugar donde valga más la pena vivir que morir, y lo más importante, que así lo sienta la gente.
Que somos demasiados y no tenemos recursos suficientes para toda la población... eso es cierto. ¡Pero cada vida tiene tanto potencial! No sé qué va a pasar y cuándo se convertirá en estabilidad el velo de incertidumbre que cubre a mi generación. Pero sé que las cosas estarán bien, porque hay muchos buenos corazones para compensar la ira, el odio, la irresponsabilidad, la ceguera y el egoísmo que escurre desde las generaciones anteriores.
Éste es un reportaje interno, más que otra cosa. Necesitaba escribir porque mi alacena comenzaba a lucir repleta de sentimientos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Colega Lis:
Yo no lo sé de cierto, pero supongo que hay gente buena, y esa gente es la más, porque la menos es la otra, aquélla que ha perdido ya el sentido común, que más allá de la razón, es lo que creo caracteriza al ser humano consciente de su mundo, de sí mismo y de los otros.
Yo quisiera tener una respuesta concisa, pero carezco de idea alguna. Sin embargo, tres cosas creo nos bastan como sociedad: adquirir conocimiento, tener fe y manfestación en actos materiale y ser proactivos.
Claro está, que entre tanto, queda observar qué ocurrirá, y mientras eso pasa, unas cuantas letras, nunca están de más.
Luis Antonio Beltrán Pineda