El juego de la vida real

Estábamos mi amigo y yo en la sala, platicando como todos los días -platicábamos a diario, y la conversación en lugar de terminarse, crecía cada vez más. La pequeña de una muchacha empleada de mis padres jugaba en el pasillo a brincar de un mosaico a otro, luciéndose ante el chico que tanto le gustaba -la chiquilla siempre hablaba de lo guapo que le parecía mi amigo. Él volteó y le preguntó a qué estaba jugando. Con una expresión de sabiduría, la pequeña se detuvo y, muy segura, contestó: "A la vida real".

De pequeña, creía que el mundo de los adultos iba a ser más serio, más real. Es un juego. Creo que hay muchas cosas que de pequeña me tomaba más en serio. Conforme uno crece, aprende que la mayor parte de las veces, los negocios son una actuación, las relaciones una guerra, y el hambre, una piedra en el zapato. Los problemas son cada vez más serios, y por eso mismo, lo gente lo es cada vez menos. No sabemos cómo reaccionar ante la vida, que es la misma que cuando éramos niños... pero de pequeños creíamos que al crecer aprenderíamos cómo resolverlo todo. No es cierto, lo que aprendemos es a renunciar, a olvidar, a dejar pasar. También por eso existe el arte, para que no nos aflojemos de tanto sacrificar, de tanta resignación. Por eso hay gente que no bebe para olvidar, que no trabaja para dejar de extrañar, que no le huye a pensar que todos moriremos, eventualmente. Por eso hay niños que hablan de "cuando sean grandes", para recordarles a sus padres qué es lo que se espera de ellos.

La ilusión no está atada a la ingenuidad, el deseo no siempre es irracional, la pasión no siempre es viciosa, y la intensidad... la intensidad es la razón principal por la que a tanta gente le gusta ver películas, porque en ellas, la vida no pasa sin que nada suceda. Ayer, en uno de los días más adultos de mi vida, la pasé jugando... y gané.

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