Licenciada

Los innumerables destinatarios de mis cartas de presentación con currículo anexo, vieron el título y dedujeron el resto. Si ese resto pareció tentador, entonces tal vez le dieron una ojeada a ambos documentos. Fui llamada a unas cuantas entrevistas- curiosamente, sólo una fue por solicitud mía, dentro de las no-sé-cuántas que mandé. Se esperaba que llegara, viera a los ojos a mi interlocutor, saludara con mano firme, esperara a que me indicaran que debía sentarme, sonriera sólo cuando fuera necesario, evitara los temas personales, mencionara brevemente el clima, y demostrara mis amplios conocimientos acerca de la empresa. Hice todo eso. Me ofrecieron seguir adelante con el proceso. Seguí. Pero yo no quería ventas... pero bueno, casi nadie consigue el trabajo de sus sueños a la primera... segunda... bueno, tercera.

No hay que decir que se tienen planes de hacer algo grande por la humanidad, no debe demostrarse euforia, no deben llevarse las uñas rojas, no conviene proponer métodos alternativos cuando una contratación se dificulta, hay que hablar siempre de usted, hay que... venderse.

Es importante la honestidad, pero más importante la mesura. Es necesaria la buena voluntad, pero antes la mentalidad de negocios. Es indispensable tener las respuestas indicadas, como sacadas de un libro, o de las tantas páginas en la red que dan consejos para conseguir el trabajo de sus sueños. Cuando alguien, sin utilizar estas frases, dice algo acertado, entonces el entrevistador debe pensar que exagera y creerle poco. Si alguien es honesto, nadie lo sabrá. Es que el mundo así funciona. ¿Luego por qué habemos algunos que queremos cambiar el mundo?

Buscar trabajo debería entenderse como un deporte, o más bien, un juego de azar.

*Yo ya tengo trabajo, y no es de ventas.

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