Síndrome del corto plazo

"No te miento, un 60% de las urgencias en el hospital de allá [cierta ciudad estadounidense] estaban relacionadas con enfermedades mentales", me dijo mi amiga mientras tomábamos un cafecito para celebrar su regreso del viaje de prácticas. Después, añadió "más o menos la mitad de los pacientes en general, sin importar la edad, toman antidepresivos". Al parecer, el médico le explicó que la gente en Estados Unidos tiende a involucrarse muy poco con la demás gente, y por ello sufre de soledad. "Serán amables contigo, te saludarán y se mostrarán cordiales, pero ni ellos te conocerán a ti, ni tú podrás conocerlos a ellos a fondo", sentenció el doctor.

Si se aprueba la reforma energética, afirman que tendremos 30 años más de petróleo en México, y si no, unos 9. Pleitos y más pleitos, consulta ciudadana y vaya usted a saber cuánta más cosa se hará para que logre decidirse qué hacer con nuestra energía. Siento que se pierde en lo que se busca cómo rescatar la poca que nos queda.

No sé qué nos está pasando, que planear a largo plazo es cada vez más difícil. No tanto por los cambios en el corto plazo, como por la incertidumbre que nos detiene de pensar más allá de mañana. Las relaciones interpersonales son cada vez más desechables, y las hipotecas son cada vez más cortas. La rotación de personal tiende a subir, y la movilidad estudiantil aumenta. Puede ser bueno, o puede ser muy malo.

Los matrimonios comienzan con la premisa de que es posible terminar, y de que en realidad nada dura en esta vida. Las decisiones son cada vez más reversibles. Existe la maravillosa opción digital de "deshacer". El largo plazo no parece un destino permanente, sino un estado parcial producido por el corto plazo. Las parejas terminan pensando en regresar, pero no regresan porque el tiempo se va rápido. Los grandes planes son producto de la coincidencia.

¿Que el mundo está por acabarse? No lo sé, nadie lo sabe. Es probable que sí, y también que no. Sólo alguien muy insensato apostaría existiendo tanto riesgo de perder en el pronóstico. Sólo un ignorante se creería tan sabio como para afirmar que sabe lo que sigue. El futuro siempre ha sido incierto porque no es pasado. Pero ahora, además de incierto, parece ser ignorado.

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