A falta de eco

A veces quisiera ser yo la indiferente, la que no escucha, la que no sabe qué decir, la que olvida, la que se cansa, la que está despechada, la apática y negada. Es que es terrible lanzar la voz a las montañas y que no haya eco. Sin embargo, casi siempre estoy agradecida por sentir, querer, entregar, elegir, resistir y aceptar. En cuanto escuche un eco, dejaré de gritar y comenzaré a hablarle al oído a esa voz.

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